GABRIEL SOPEÑA
Miércoles 29 de diciembre de 2021 | 19:30H
Cuarenta años después del comienzo de su carrera musical y con más de quinientas canciones consignadas, GABRIEL SOPEÑA es uno de los compositores e intérpretes fundamentales de la música popular aragonesa. En plena madurez creativa, SOPEÑA editaba su disco Sangre Sierra (Warner, 2018), unánimemente elogiado por la crítica y repleto de canciones plenas de lirismo. Tras la gira nacional de 2020 Loquillo y Gabriel Sopeña: La vida por delante (II) – con el disco en directo La vida es de los que arriesgan pendiente de edición-, Sopeña ha concluido su trabajo en solitario: Desiertos, que verá la luz a principios de 2022.
Desde 2021 a 2023, con el respaldo de su grupo de músicos habitual, SOPEÑA ofrecerá una serie de recitales: un selecto repaso de sus cuarenta años de trayectoria discográfica (1983-2023), recuperando temas legendarios de Ferrobós, El Frente, Más Birras, de sus discos en solitario o compuestos para otros artistas nacionales y extranjeros (himnos que han emocionado a varias generaciones, como Apuesta por el Rock and roll, Cass, Lisboa , Con elegancia, El Hombre del Tambor, Cantores o Armando al amor, entre otros ). Por supuesto, no faltará alguna primicia de su nuevo trabajo, Desiertos.
Cuatro décadas de poesía y música en la voz de un autor imprescindible.
Gabriel Sopeña estará acompañado por:
ÓSCAR CARRERAS: piano, teclados, acordeón, voces.
JORGE GASCÓN: guitarras, mandolina, voces.
GUILLERMO MATA: bajo, voces y dirección musical.
JOSÉ LUIS SEGUER, “Fletes”: batería y percusión.
ALBERTO SOLOBERA: guitarra eléctrica, voces.
Vuelve a los escenarios Gabriel Sopeña. El Poeta prepara con mimo la salida de su próximo disco y alguna de las nuevas canciones sonarán esta noche sobre el escenario. Cuarenta años lleva Sopeña maridando rock y poesía, desde principios de los ochenta; y sus textos, cada vez más confesionales, recuperan y actualizan una voz, entre el barrio de Casablanca y las mil vertientes del Moncayo, que son como el cielo en el que los aragoneses nos miramos: azul cuando toca, nublo cuando vienen mal dadas.
Gabriel tiene los dedos manchados de hilos de nylon embarrado, de aleaciones místicas con las que dio comienzo la civilización. Cada oleada de jóvenes que descubre la magia del violín de Scarlet Rivera o el tumbao de Rubén Blades en una esquina del Harlem español, acaba llegando a Sopeña. Lo sé porque yo fui uno de ellos.
No necesita que nadie le dé sellos de calidad para una profesión que él mismo inventó; no es el final, es el camino, ya lo decían los beatniks. Mandolinas y aceites esenciales recuperados de ánforas en el Mediterráneo; bandurrias con las cuerdas tan apretadas que no hay falcata suficientemente afilada en todo el desierto de Mojave como para cortarlas; armónicas afinadas en el tono que derrumbó las murallas de Jericó. Eso sigue siendo Gabriel Sopeña, cuarenta años después: un motel limpio y humilde en mitad de la autopista de nuestras vidas, una versión apócrifa de El Cantar de los Cantares arreglada por Rick Rubín, un hombre de pluma y de tambor.
El último que nos queda.
OCTAVIO GÓMEZ MILIÁN
Profesor y escritor
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